Autogestión y anarcosindicalismo en la España Revolucionaria
"Millones de trabajadores controlaban las fábricas y cosechaban y cuidaban los campos, transformando la economía de consumo capitalista en una economía de guerra, a pesar del sabotaje de los burgueses republicanos. Trabajadores en plena revolución, con sus contradicciones, sus discusiones, que sabían que ya no querían sufri r más, que trataban de conseguir una nueva vida, con el rechazo, de antemano y por experiencia, de la aprobación automática a sus dirigentes, porque en tales circunstancias no es más que el arma de los traidores que desean desarmar al pueblo y restablecer la policía que protegerá sus propiedades. La Revolución sólo puede ser juzgada de acuerdo con un criterio: la situación de los trabajadores, el nivel de vida y el poder de los mismos. Y fue únicamente en España donde los propios trabajadores tuvieron bastante lucidez y fuerza, gracias a la formación anarcosindicalista, como para concretar en el ámbito de al economía su ideal de emancipación".
Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria es la historia de la única revolución europea en la que los trabajadores con los medios de producción en sus manos amenazaron, de forma efectiva, con imponer su criterio por encima de cualquier línea política que no fuera promovida por ellos mismos. Mejor aún, la historia de los resultados de la revolución, las colectividades que comenzaron a organizarse desde el mes de julio de 1936, aprovechando la legitimidad de la derrota de los insurrectos (en ciertas partes del país) y el consiguiente vacío de poder que dejó el proceso revolucionario. Una historia no exenta de contradicciones en la que su principal protagonista político, el movimiento anarcosindicalista, se vió atravesado por peleas intestinas que lo llevaron a un estado de progresiva impotencia y en la que las diferentes izquierdas demostraron que tras su aparente unidad se escondían intereses políticos y de clase bien distintos a los de sus propósitos proclamados de transformación social. Frente a una imagen que permanentemente opone república a dictadura, antifascismo a fascismo, las colectividades, formadas la mayor parte de las veces por cenetistas y ugetistas escasamente disciplinados con respecto a sus líderes, fueron la expresión material del deseo popular de dirigir la economía y con ella su destino. Su experiencia, la experiencia de sus éxitos y sus fracasos y la de la gigantesca alianza enemiga a la que tuvieron que hacer frente, es el testimonio actual de cualquier época que atraviese acontecimientos tan decisivos como los de la guerra y la revolución.
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